Todos mis fantasmas psicológicos se proyectaron en la filmoteca durante 220 minutos. Estuve apunto de estallar a gritos unas diez veces, y me visualicé otras tantas lanzando mis zapatillas contra la pantalla o el proyector. No hay nada más bello que ver a dos personas que se quieren follando, y si follaran en un museo se convertirían en una pieza de arte. Odiaba a Alexander: le quería. Una brecha en la realidad me hizo comprender que el equilibrio sería siempre imposible en mi vida. Me prengunté si en la vida de los demás sucedería igual, y en qué año estaba filmada esa película, porque yo aún no había nacido por aquel entonces y me preguntaba qué clase de personas me podían haber traido al mundo después de haberse filmado La maman et la putain. Llegué incluso a decidir que esa sería la última película que vería. A partir de ahora el cine me provocaría nauseas. Cuando acabó la proyección renací. Y de camino al bar más cercano surgió en mí la idea de que ese era un filme definitivo.
4 comentarios:
al final has ido a verla? qué bien. yo fui el lunes y hoy quería volver pero no pude.. es una pasada. tienes que ver mes petites amoureuses también, yo hace unas horas he salido del cine como de otra dimensión..
que lastima que curre de tarde esta semana, miraré si la semana que viene aún siguen con eustache...
pues qué ganas de verla
de lo de las entrañas (te acuerdas); pues eso, todo empieza por las náuseas.
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