miércoles, 7 de septiembre de 2011

La piel que habito


Tal vez existan otros cineastas que necesiten ser defendidos antes que Almodóvar, pero tratándose de su último filme La piel que habito también ésta lo merece. Al pensar en la película uno ha de olvidarse de lo que se ha escrito y dicho sobre ella, olvidarse ya de la idea de que este filme es un filme de terror pues, como ha declarado Pedro, aunque su argumento sea terrorífico no se puede entender que pertenezca a ese género.
La propia película lo demuestra: tomemos de ejemplo la secuencia en la que Robert (Antonio Banderas) secuestra a Vicente. En una película de terror en la que el protagonista fuera Vicente, el cineasta situaría necesariamente la cámara en su punto de vista y el espectador de esa secuencia no poseería todavía ninguna información sobre Robert. Sin embargo Almodóvar, al que le interesa tanto el personaje de Robert como el de Vicente, filma la acción desde ambos puntos de vista impidiendo al espectador sentir miedo a lo desconocido -esa no es su batalla.- Habríamos podido elegir cinco, diez ejemplos más. Ninguna escena de este filme tiene como elemento fundamental provocar en el espectador el terror.
Aquí el cineasta lanza sus dados. Si este filme es el más arriesgado de todos los que ha realizado hasta la fecha es porque trabaja sin red, sin la red del melodrama con la que se ha resguardado tan frecuentemente. El asunto almodovariano ha sido elidido, pero apuntado. Aquello por lo que tal vez en un inicio se interesó Almodóvar en la historia podría haber formado parte de alguna anterior versión del guión y finalmente descartado. Estamos hablando de la pasión amorosa, el gran tema que recorre toda su obra. ¿Acaso no hay tema más almodovariano que el de un hombre que al cambiarse de sexo podrá al fin ser amado por la mujer que desea y que gusta de otras mujeres? ¿No es exactamente este el argumento de su primer largometraje Folle... folle... fólleme Tim! y el tema que habita bajo la piel de este último?
A todos los que consideran las últimas películas de Almodóvar vacías y superficiales yo les digo: dadles una segunda oportunidad. Al verlas por segunda vez, la información que el espectador posee sobre la historia dota de profundidad todas sus imágenes, y es en esa profundidad en donde reside secretamente su poesía.


Después de amar

Tratando de buscar la versión de Nothing compares to you de Jimmy Scott me he vuelto a encontrar con el artículo de Mara Torres que me descubrió esa canción hace ya cuatro años. En el artículo, Mara escribía que la música le transportaba no a donde ella esperaba sino a donde quería la propia música. Del mismo modo, su artículo me ha transportado a la tarde en que lo leí. Y así, como Mara escribía también que si la vida de cada uno fuera un libro, los marcadores de páginas serían las canciones que le han acompañado a lo largo de los años, su artículo se ha convertido para mí en el marcador de aquella tarde, cuyo recuerdo corresponde al de otra persona. Las personas que han logrado emocionarnos también marcan épocas determinadas en la vida de cada uno.