domingo, 30 de diciembre de 2007

¿y si fueras a la carnicería comprarías una croqueta o qué?




Estoy en Calafell, de nuevo. Aún está el frasco con el romero que recogimos debajo del puente, la pared de la cocina sigue siendo retro y aún sigo chocando en ese instante de la canción en el que las notas retoman su ritmo inicial. Me pregunto de nuevo ¿y si fuera a la carnicería compraría una croqueta o qué? Uno llega a entender que lo que estuvo nunca se va del todo.


Pienso en el silencio después de Bach. Es lo único que me preocupa ahora. Este corto se podría llamar tan así como "Esperando a Godard". Pienso en la escena en la que Bruno y Bea contemplan el horizonte del mar. Más tarde se me ocurre volver a leer la carta que me escribiste hace unos meses. Redescubro la última frase "la pareja perfecta si alguien nos grabase con una cámara, nosotros de pie, un horizonte frente a nosotros." Suena Bach, y a mí me da por llorar, sin lágrimas, y reírme, a partes iguales, porque descubro la esencia de esta historia tan inconsciente, Bea, y que todo esto ya lo sabías, porque lo habías escrito tú.


miércoles, 26 de diciembre de 2007

esto es así




era cierto, los adultos no existían, él era la única persona que intentaba comportarse como tal.

domingo, 23 de diciembre de 2007

volverás cuando estés limpia y yo no te haga falta

Aviso ya de que este blog se encuentra hoy fuera de tono. Mi vida es una historia de encuentros y despedidas. Como en la increíble levedad del ser, ¿recuerdas? Vivimos siempre reencontrándonos, "y despidiéndonos" añadiría Julia. Nunca he sabido cómo existir entre estas dos coordenas espaciotemporales. Nadie me ha explicado de qué va esa aglomeración de sucesos que queda en el medio, por eso siempre parece que ande tan perdido. Fue un placer. Que te vaya bien, Miss Carrusel, aquí ya no pinto nada.
pd. ayer encontré, al fin, el título de mi ópera prima (sí, sí, prima hermana). sin embargo, aquí está el spot de navidad de telemagik. Si Ed Wood levantara la cabeza...


martes, 18 de diciembre de 2007

sábado, 15 de diciembre de 2007

tres es un número par



Iba a escribir algo titulado "La verdad a 24 fotogramas por segundo" o "Godard a un euro". Que anoche, cuando en la taquilla de la filmoteca nos preguntaron "¿tres?", Zaida contestó "Tres. Como Soñadores". Pero sin follar. Que sentados en primeras filas devorábamos las imágenes antes que retornasen desgastadas a la cabina de proyección. Sólo Godard podía permitirse salirse de tono. Escribir que cuando se dijo "Las cosas están ahí ¿para qué inventarlas?" recordé que una vez recibí un mensaje con esa consigna. Hubiéramos formado tan buen equipo. También quería explicar que había sido necesario que Sol estuviera en Calafell para que fotografiase el paisaje justo como me gustará recordarlo. Fotografiase o fotografiara, nunca sé cual de las dos terminaciones verbales escoger. Quería también hablar sobre algo que hubiera sucedido hace cuatro años para poder añadir "en esa época vosotras todavía os codeabais con pollas". Y que al volver en el tren una intuición me ha revelado alguna cosa. Que seremos cineastas de segunda generación. Eso, y que La Casa Azul tiene algo que me recuerda a las películas de Claude Lelouch. Todo el mundo debería ver "Un hombre y una mujer". Y todo esto para decir, en realidad, que, se me acaba de ocurrir, nuestros pensamientos evocan el naufragio de una sonrisa.

En fin. Esta noche Guille canta para mí.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

preguntadle al viejo borracho

En realidad, no hay tanta diferencia entre el oficio del cineasta y el del pescador. El cineasta se distancia de la realidad, a la pesca de imágenes, hacia su norte, en una apetecible soledad. Es capaz así de ver las cosas con la perspectiva suficiente. Cuando un grupo de pescadores parten a alta mar viven una experiencia similar a la del rodaje de una película. Aislados, forman una comunidad que acaba convirtiéndose en lo más similar a una familia. Trabajan con esa extraña sensación de estar realizando algo significativo para el pueblo. Una sensación que les hace cómplices, algo parecido a la felicidad. De ahí esa morriña que agarra al pescador en tierra y no le suelta. Claro, con el paso de los años, tanto el viejo pescador como el viejo cineasta adquieren esa extraña cualidad que les hace distantes, introspectivos. Verdaderos sabios, dirían aquellos que, sólo cuando están borrachos, logran acercarse a ellos y conocerles.

Me siento un humilde pescador de ciudad. De esos principiantes que, emocionados con aprender el oficio, desean ser aceptados en el primer barco que zarpe a la deriva, sin miedo a perder nada en tierra, porque en tierra ya no queda nada.

jueves, 6 de diciembre de 2007

El final merecido

Llego a Sabadell, son la una de la madrugada y me doy cuenda de que no me quedan cigarrillos. Salgo a callejear y por suerte encuentro un bar abierto. Me imagino en la barra a un hombre treinta años más triste que yo, y de nuevo callejeo solitario hacia mi habitación. Me sucede que, después de cada proyección, me siento siempre especialmente solo, y vacío. ¿Así que esto era todo?, me pregunto. Esta noche ha sido especialmente especial. Por las risas, las lágrimas y los abrazos sinceros, digo. Por poco lloro yo también, pero llevo así desde esta mañana, con mi madre. En realidad, desde hace más de un año que por poco lloro. Joder, empiezo a querer preocupantemente a esta gente.


miércoles, 5 de diciembre de 2007

el cine según



Es verdad, que el cine convoca fantasmas del pasado. Que hace presentes emociones pasadas. No he sido nunca tan consciente de esta capacidad que nos tiene a todos tan desconcertados estos días. Claro, el cine -pienso-, que, como el amor, proyecta cada instante hacia el infinito. Había olvidado que fue por esto que dejé de dibujar, de pintar, de tocar, de componer, y por lo que me enamoré del cine. Desde el principio me atrajo la idea de un arte cuyas materias primas eran el tiempo y el espacio en su constante fluidez, las mismas que las de la realidad, que las de la distancia. El cine es más, pensé. Es por eso que creo que no hemos de tener miedo a estos fantasmas. No a los bellos fantasmas que viajan através del tiempo y del espacio hacia un lugar lejano, que no tiene fin, para desaparecer. O ser eternamente convocados, pero siempre para desaparecer.

Hoy me he sentido muy mal. Nunca he tenido la intención de herir a nadie con mi cine y, sin embargo, hoy he tenido la sensación de que lo estaba haciendo. No sabéis lo mal que se siente uno. De verdad, nunca he querido herir a nadie, eso bien lo sabe Pedro, que estuvo una semana sin ver "Resurrección" pensándose que sería algún tipo de venganza por mi parte. Lo único que pretendo es comprender a las personas que me rodean, porque creo que la felicidad, no sé de qué modo, participa de algo de todo esto.

martes, 4 de diciembre de 2007

cielo sucio. en fin, cielo





No quiero volver a perder el norte