domingo, 30 de junio de 2013

Si conocieras el Tiempo tan bien como yo


Me siento incapaz de aclarar nada sobre ese pasaje de Alicia en el que el sombrerero le habla del Tiempo. Le dice Estoy seguro de que ni si quiera has hablado nunca con él. El Tiempo no tolera que le den palmadas. Lo mismo me sucede con las películas de Hong Sang-soo. Soy incapaz de pronunciar al cineasta que logró que la vida me volviera a parecer excitante. Cuando escucho su nombre me pongo rojo, al igual que me sucede cuando se trata de hablar de Woody Allen. Estoy enamorado hasta las trancas. Les defendería a puñetazos. Luego está ese pintor, el único capaz de tranquilizarme. He conocido a marxistas-leninistas y a anarquistas, pero ahora lo se seguro, yo solo estoy del lado de David Hockney. El verano acabó con la frase ¿Por qué nunca podré escribir nada que resucite a los muertos? pero nunca os lo había contado. Genet dijo que hay en todo hombre un don profético acerca de uno mismo, que uno mismo no ve. Creo mucho en la capacidad de los poetas de ver un poco más allá. Podría tratar de escribir sin éxito sobre esa tarde en que Bergman se sentó sobre mis rodillas. Había vuelto a ver Lost in translation, y descubrí que el paso del tiempo hacía disminuir nuestra temperatura corporal. Nos enfriaba. Habíamos grabado Sangre en los zapatos. Decían que iba de un guateque, una piscina y asesinatos, algo entretenido entre tanta crisis. No se habían dado cuenta de que el Tiempo corría pisándoles los talones y que iba a asesinarles a ellos también.

Si no hubiese perdido el hilo trataría de narraros todos estos hechos en su orden cronológico, ya lo he intentado. Pero dadas las circunstancias debería empezar por la visita de Bea. Fue el final y el inicio de algo nuevo. Fue a la vez que descubría la primera generación de dibujantes de manga influenciados por el cine. Acababa de conocer a Osamu Tezuka.