sábado, 24 de noviembre de 2007

la pena o la nada


y en tales circunstancias
cómo iba yo a actuar.
mi alma se volvió ancla
cansada de naufragar.


domingo, 18 de noviembre de 2007

¿Jugamos al juego?

Me despierto en Barcelona, este domingo soleado de invierno. Desayuno en el café a pie de calle un croisant que mojo en el café con leche mientras ojeo "La invención de Morel" deseoso de viajar a una isla huyendo de todo."-¿Has ido al mercat de Sant Antoni un domingo?/-No /-Pues tienes que ir". Me pierdo entre gente, libros, dvds y tarjetas de DragonBall que me transportan directamente a mi infancia. La verdad es que cuando uno no busca algo en concreto no suele encontrar nada.


Callejeando hacia mi ciudad empiezo a cuestionarme, de nuevo, quién soy. Nuestra identidad es, sin duda, nuestra mayor defensa en estos tiempos que corren. Algunos lo han tenido siempre muy claro; otros, como yo, no tenemos ni idea. Se me ocurre que soy tan Truffaut como Fassbinder. Por mis venas corre tanto romanticismo ligero como existencialismo trágico. Aunque me he inyectado tanto Wong Kar Wai que soy incapaz de disasociar su esencia de la mía. Aunque vivo obsesionado por la forma de Godard, tanto como hace algunos años por la de Bresson. De Pasolini me queda mi interés por los jóvenes ignorantes de belleza distraída -pienso mientras me giro para contemplar al chico con el que me acabo de cruzar la mirada-. También soy Gonzalo, pero a veces me gusta jugar al juego y me comporto como un enfant terrible o como un gato sin nombre. Soy la huella de varias personas que he conocido a lo largo de mi vida y, además, quiero ser como Sócrates.


lunes, 12 de noviembre de 2007

EN EL MAGIC NO SE JUEGA

En entrevistas no se fuma.

En conferencias no se come.

En talleres no se duerme.

Con Rossana no se juega.

A Jodorowsky no se entrevista.

A la mujer del d'Arbó
no se le llama gremlin.

Con Petra no se baila.

El navegante no trabaja.

A Josep no se le hace caso.

domingo, 4 de noviembre de 2007

Lo que el cine ha unido que no lo separe el hombre




Nos refugiamos en un pueblecito costero, cerca de Tarragona. El paisaje contaminado de grúas y el paso del tren retumbando la tranquilidad nos recordaban que sólo estábamos en la periferia de una gran ciudad. Hoy me he despertado de buen humor, optimista, hacía tiempo ya. A mí también me hubiera gustado compartir estos días con alguien -mentí-, pero de momento no me importaba seguir con mis cigarrillos, mis teorías, mi Nacho, y mí mismo. El final era de esperar, Bruno y Bea reemprenden su huída y, tras una parada en una área de servicio, unos gangsters aparecen y disparan a la chica. A la vuelta de nuestro viaje nos detuvimos en Calafell, me dí un último baño, pues unas viejas que salían del mar me espetaron "esto está estupendo" y me hicieron sonreír. Teníamos aún tiempo para no pensar en nada bajo las palmeras. Ahora escogería a Michael Nyman como banda sonora. Por la noche, de vuelta en Barcelona, nos emborrachamos con Julia y Tomi. Lo que el cine ha unido que no lo separe el hombre. Julia me permitía soñar, sí, y situó un nuevo destino en mi mapa: Lyon. Nada tiene que ver con Lyon -pensé-, sería un buen lugar donde volver a empezar.