viernes, 22 de febrero de 2013

¡Juventud, un esfuerzo más si queremos ser libres!


Decimos Je, Tu, Il, Elle, pero decimos mal. 
De algún modo, nuestra guerra 
siempre ha sido contra el lenguaje, 
así que deberíamos decir
Ella,
El,
Tu y
Yo.

Nuestros viejos nos han encomendado una misión. Nos dicen ¡Juventud, juventud! Ocúpate de la gran tarea que te espera. Tú eres la obrera del futuro y vas a sentar las bases del siglo que viene. Nosotros, los mayores, te dejamos el formidable amasijo de nuestra búsqueda. Y te pedimos tan solo que seas aún más libre de espíritu. Nosotros te cederemos fraternalmente el sitio, felices de desaparecer, si sabemos que tú seguirás nuestro camino y realizarás nuestros sueños. Lo dice Zola, pero también Godard. También Jean-Marie Straub. También Jonas Mekas.

Y nuestros sueños, como los sueños de los que conquistaron la libertad que ahora disfrutamos, han sido cocinados en el fuego sagrado de la hermosa locura de los veinte años. Cuando el cine ardía, se podía estar seguro de que detrás había alguna llamarada de justicia juvenil. Pienso en Garrel, en Chantal, y en Leos Carax. Nuestro deber es y será siempre el de Amar la libertad, y Revolucionar el cine.

Solo podemos hacerlo dándole la espalda a las instituciones, a todo lo que odiamos. Ellas no nos necesitan, quieren seguir posibilitando y ser las representantes de un cine acomodado que se engaña a sí mismo. Que trata de hacernos ver que todo está bien.

Hacernos
ver.

Nosotros tampoco las necesitamos ¡Yo acuso a las instituciones de actuar con brutalidad en contra el buen gusto -la buena educación- y en contra de nuestra libertad! Es por eso que estamos legitimados a responderles con violencia. A llevar la palabra Revolución escrita en nuestra frente.

El digital será nuestro sable y nuestra causa la libertad. ¿Dónde se hallará si no es en las almas nuevas?


viernes, 1 de febrero de 2013

Es como un director de cine que tiene que hacer una película para poder continuar la vida.



Si me preguntasen hoy qué película salvaría de la desaparición del cine respondería que Las señoritas de Rochefort. Y que los psiquiatras deberían de recetar, antes que medicamentos, películas como esta. Y que la felicidad significa, entre otras cosas, vivir acorde a tus pulsaciones por segundo. Y que solo Jaques Demy podía atreverse a empalmar dos días sin una noche, y filmar la mayoría de las secuencias con la luz de las 12 del mediodía. Y filmar el valor de un gesto, al que tantas veces ha recurrido el cine, como si se filmase por primera vez.






Y que no hay mayor celebración del cine en color que la de una chica que se detiene delante de una pintura abstracta y le comenta a un marinero que el azul del lienzo le recuerda al azul de sus ojos, a lo que otro marinero le responde "Nos empeñamos en llamar a esa pintura abstracta, pero es falso, porque se parece a sus ojos."

Si me preguntasen hoy qué película salvaría de la desaparición del cine respondería que cuando desaparezca el cine siempre nos quedará la trompeta.