miércoles, 17 de abril de 2013

El río de la vida


Imagino un filme como los de Ozu. Que trate de responder a la pregunta ¿de qué va la vida? Una corriente de tiempo atravesando el filme. Encarnado en los personajes. Tres generaciones: los que se van, los que están y los que llegan. Parece absurdo, pero solo el amor hace que no lo sea. Si no se ama se vive en la absurdidad. ¿De qué va el filme? Por un lado están los hechos, causados por el que se va, alrededor del cual se agruparán los personajes. Estos hechos que son la columna vertebral del gran tema que es ¿de qué va la vida? (ya sabemos que el verdadero tema de todo filme es el paso del tiempo, y que todas las películas podrían titularse igual) ¿Pasa el tiempo y qué? Entonces los que están, ante los hechos, aparecen en escena y hablan. Hay quien trata de responder a esa pregunta y los hay que miran hacia otro lado, que disimulan ante la evidencia, y los que hablan de ese otro tiempo que es el de si mañana estará nublado o de si saldrá el sol. Es muy cómico. Es la comedia de la sociedad. Y luego están, en la otra cara de la misma moneda, las verdaderas protagonistas: las estructuras.
Pero el cine es imagen, y hay que ver de qué va la vida. Y hay que ver los diferentes rostros de la misma sangre. Y tratar de hallar las respuestas en los gestos. Y estarán los que vienen, que serán maravillosos, porque en ellos no se tratará de hallar el amor, sino que ellos son el amor (en su forma más pura). Y el cine galopará a través de esa nueva realidad representada. Se hará visible en su superficie. Pero será invisible. Solo los necios podrán ver el caballo en movimiento, y será precioso.