domingo, 27 de marzo de 2011

nuestro gato también podría escribir sobre cosas que nosotros tratamos ocultarnos

Cuando uno se engaña a sí mismo la ha jodido. Ser uno mismo como cuando escribes y te sientes incapaz de utilizar palabras que no provengan de tu propio cuerpo. Uno no puede escribir sobre cosas que no haya visto antes o que no desee ver porque entonces traicionaría a la literatura y entonces estaría más jodido aún porque cómo te enfrentas después a todos esos hombres y mujeres que han escrito antes que tú y por la libertad de tu consciencia. Ginsberg escribió "He visto", enamorado de Kerouac, y empezó a sentirse libre, a escribir sin concesiones.


sábado, 19 de marzo de 2011

vivo en un fotograma rojo

Soy incapaz de practicar la escritura automática, por miedo a ponerme en evidencia supongo. Creo en el estilo, tal vez porque tuve un profesor de literatura muy estricto llamado Gustave Flaubert, enemigo del sentimentalismo. Pero podría escribir que estoy enamorado de Carlos Berlanga, al que conocí varios años después de que muriera. Se trata de divertirse, de un juego. En la imposibilidad de que me corresponda se halla la autenticidad de mi amor. Pero esos escritores de la generación beat olían a literatura y Flaubert usaba su pluma como si fuera una cámara de cine. Tal vez no convenciera a nadie si tuviera que demostrarlo. Tal vez podría desarrollar mis ideas al escribir y no apuntarlas únicamente. Puedo escribir una canción y robarle un par de versos a Bisbal y eso me parece divertido y además nadie se enteraría. O sino me diera tanta pereza coger un pincel intentaría poner en práctica algunas ideas, pero debería aprender a pintar porque esas ideas lo requieren. Me gustaría que alguien pintara por mí pero después descubriría que esos cuadros no habrían sido pintados por mí.

sábado, 5 de marzo de 2011

Prometo escribir sobre el cine

En las revistas de cine ya raramente uno puede leer algo sobre el cine. No recuerdo lo que soñé anoche pero sí despertar con la sensación de haber estado muy cerca y me gustaba. Había sentido algo parecido el otro día en la proyección de una mala película de Hitchcock en la filmoteca. También cuando rodamos la secuencia 5 el sábado. Y ayer también mientras veía el filme de Brillante Mendoza que han estrenado en las salas. La falta de amor no nos deja otro lugar al que ir que no sea al cine o al trabajo. Al cine o a las saunas dicen Paco y Annita. Hace ya pronto una década soñaba con las películas sobre las que escribían algunos cineastas de la nouvelle vague e imaginaba como podrían ser los filmes que habían rodado tanto Truffaut como Godard, Rivette, Chabrol, y Rohmer y también Resnais o Varda. Sentía una obsesión por ver en concreto una película de Robert Bresson. Había leído un artículo en el que Truffaut defendía y justificaba su estilo. Truffaut era muy peligroso con su pluma. Entonces escribí un guión que me habría gustado grabar en el que planificaba las secuencias según lo que imaginaba que podría ser el estilo de Bresson. Los pomos de las puertas, las cinturas, las personas decapitadas para mostrar sus rostros justo en el momento -e insistía en la belleza de esos rostros- justo en el momento en que esos bellos rostros hablaban con dulzura y seriedad como si hablaran consigo mismos. Algo parecido me sucede con las películas de Brillante Mendoza, de Raya Martin, de Adolfo Alix Jr. o Lav Díaz. Creo en la existencia de alguna extraña relación entre los filipinos y los españoles más allá de la colonización y de sus jodidos apellidos de los que me avergüenzo. Entre Berlanga y Lino Brocka. Estamos ante unos directores de una fuerza visual y social esperanzadoras, leí ayer en un diario (el plural es cosa mía). Esta semana he comprendido algo sobre el cine de Garrel que debió comprender también Wong Kar Wai. Garrel trata de filmar de un modo realista, como nadie antes había filmado, el misterio de las correspondencias sentimentales entre los seres humanos, e insisto en su realismo.