lunes, 8 de octubre de 2007

la postmodernidad era esto

El problema es el de siempre, el que venimos sufriendo durante toda nuestra historia sabida: unos pocos tienen el poder y el resto vivimos sometidos a ellos. En este caso los apoderados son los partidos políticos y los “grupos económicos” que han sabido entender en los medios de comunicación de masas un arma de doble filo que puede posicionarse en su contra. Si dejamos que el pueblo entero se culturice se acabaron nuestros días, por lo tanto, nosotros que tenemos el poder, engañémosle, démosle gato por liebre, hagámosle confundir cultura con entretenimiento –cultura de bajo nivel intelectual que entretiene la mente del receptor para evitarle esfuerzos que le ayuden a desarrollar su pensamiento- El resto ya se sabe: televisión basura, películas comerciales, best sellers, partidos de fútbol, canción del verano. Cultura de masas, a fin de cuentas, aunque no creo que sea un término nada apropiado, porque es un término generalista que nos engloba a todos y no todos la consumimos. Prefiero denominarla “cultura artificial”, porque si observamos, las personas que consumen este tipo de cultura (que no se puede negar que son la mayoría) poseen una cierta “felicidad artificial”: son felices en su ignorancia, incapaces de comprender como se estructura el mundo a su alrededor; no sabrán jamás que son las víctimas de un sistema que cínicamente proclama sus libertades. A veces pienso “vosotros que podéis, sed felices”.

Pero el sistema tiene grietas. A través de las autopistas creadas por la industria circulan productos de alto valor cultural, al alcance de todos (aunque se mantengan eclipsados por la gran sobreproducción de cultura mediocre que casi monopoliza el mercado). Algunas personas tienen la suerte -al fin y al cabo- de topar con ellos. La verdadera cultura –en realidad no creo en cultura de alto o bajo nivel para altas o bajas clases sociales- es la que te ayuda a comprender el mundo. Y “comprender” es la palabra clave aquí. Tras la paulatina comprensión, algunas personas vamos despertando, nos desanestesiamos, como si despertáramos de un profundo sueño (la mayoría permanecerán anestesiadas siempre). Y entonces sucede lo siguiente. Nos damos cuenta de que estamos ante una dictadura invisible (la de los partidos políticos y los grupos económicos), pero todo es tan extraño: nadie se da cuenta, intentamos hacérselo saber a las personas de nuestro alrededor, para poder ser mayoría, para poder combatir y revolucionarnos. Pero nadie comprende. Estamos solos, aislados. Una revolución ya no es posible. El sistema de la cultura de masas previene incluso ridiculizar a los que piensan hoy en día en una revolución. “El sistema en el que nos movemos representa un ejemplo de Orden tan perfecto y acabado que todo acto aislado de modificación de fenómenos aislados queda en puro testimonio”.


Pero el sistema vuelve a tener grietas. Esta vez la salvación se llama Internet. El acceso relativamente “gratuito” e inmediato a gran parte de la cultura. El verdadero medio de comunicación de masas dominado por el pueblo. Los partidos políticos y las grandes empresas permanecen desconcertados. La posibilidad de una isla.

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