miércoles, 17 de octubre de 2007

¿A quién le interesa una licuadora cuando existe la posibilidad de ser feliz?

Algunas imágenes nos hacen ser infelices. La publicidad está repleta de ellas. Imágenes de lo que no somos, de lugares en los que no vivimos, de hombres con los que no nos acostamos. Colocadas premeditadamente para crearnos necesidades. Y la felicidad es la ausencia de deseo. Al capitalismo no le interesa que seamos felices, porque el volumen de ventas disminuiría considerablemente. ¿A quién le interesa una licuadora cuando existe la posibilidad de ser feliz?

Naomi Klein, en su libro “No logo”, afirma que nos hemos equivocado al preocuparnos por las imágenes, cuando realmente nos deberíamos de preocupar por los que las proyectan, por el sistema que las hace posibles.

Eso tiene que ver, por ejemplo, con el problema del cine español. El cine español es mediocre, sus imágenes son mediocres. Y queremos cambiar las imágenes, cuando el problema es de su estructura. La solución no es esperar a que surja una nueva generación inspirada que transforme esas imágenes. Probablemente las esperadas nuevas generaciones hayan naufragado ya y estén naufragando otras actualmente por culpa de un sistema que convierte en utópica tales esperanzas. ¿Qué imágenes hemos de esperar de un sistema que otorga las subvenciones de manera estúpida, con ayudas automáticas a las empresas productoras en función de los rendimientos en taquilla de sus películas? ¿Desde cuando el arte y la calidad han ido reñidos al éxito comercial? Con un sistema educativo como el español, que vive de espaldas a la consideración del cine como vehículo cultural ¿quién va a considerar el cine como arte?

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