lunes, 16 de junio de 2008

no se puede vivir sin wong kar wai

-Le dije a Oscar que ya no le quería, así sin venir a cuento. Pero que estaba convencida de que dentro de muchos años cuando a los dos nos hayan pasado mil cosas y hayamos estado con mil personas diferentes y quizás estemos en dos continentes distintos, algún día me preguntaré qué habrá sido de su vida. Estoy convencida.
Ella me contaba que había nacido para amar, y lo hacía a pleno sol, subiendo las ramblas, no refugiada en la noche apoyada en la barra de un bar con un cubata en la mano, pero aún así no estaba fuera de tono porque ella tenía la convicción de que había nacido para amar.
Me acordé de la película que vi ayer e imaginé el momento en el que ella se acordaría por casualidad un día del chico al que más había querido siendo joven. Seguro que de repente agetreada en su rutina en los veinte minutos que tenga para comer en el bar de siempre de la esquina de una gran ciudad como Londres a sus 38 rodeada de personas estresadas comiendo solas ella se encenderá un cigarrillo y algo le recordará -quizás el hombre que está sentado a su lado coge el tenedor con la mano izquierda y su codo topa sin querer con el de ella, que es diestra, y entonces uno de esos calambres que desembocaban siempre en una fingida discusión con Oscar- [el tiempo se ralentiza y la luz casi se sobreexpone] y se preguntará entonces qué habrá sido de él. Estoy convencido.
-¿Y tú qué? ¿Sabes algo del chico aquel que trabajaba en un bar?
Esa historia me quedaba ya tan lejos. Le dije que desde hacía un tiempo ya no sabíamos nada el uno del otro, pero que esperaba que estuviera todavía con el chico aquel asturiano porque había luchado mucho por estar con él y que un día estando conmigo recibió un mensaje suyo que sólo decía que le quería y yo nunca había visto a nadie tan feliz como a él en ese momento.
-¿Te das cuenta que todo ha acabado justo igual que como empezó? Tú y yo subiendo las ramblas después del primer día de clase en que nos conocimos, hablando de las mismas cosas...
- Menos mal que te juntaste con todos los tuyos y dejaste de venir con nosotras, porque sino no habrías aprendido tanto de cine como sabes ahora...
-¡Qué morro tienes! ¡Pero si no veníais nunca a clase! El jueves nos emborrachamos y recuperamos estos cuatro años que hemos perdido.

Ella bajó las escaleras del metro como el primer día: esperando encontrarse allí abajo el amor de su vida, deseando que yo lo encontrase tal vez en el tren, pero los dos sabíamos que no lo íbamos a encontrar.

Recordé entonces que no se podía vivr sin wong kar wai.



1 comentario:

zaida dijo...

joder. que texto, marc. es precioso. y que ganas de esta peli, y que maravillosa cat power.