domingo, 29 de junio de 2008

[Los últimos románticos]

Se nos acusa de haber tomado la ciudad con nuestras jodidas cámaras. De convertir calles, pisos, tejados, bares, cuerpos, rostros en imágenes espectrales que condenamos al infinito en cada proyección, concluye el fiscal: Barcelona es un fantasma.

A las pruebas se remite (a oscuras, sobre una tela blanca donde un haz de luz), vemos todos, de nuevo, a Lucía apuñalada en los lavabos de La Penúltima descender a sus infiernos, descubriendo tras de sí a esas mujeres de corte romántico que ahora resultan nuestras captoras. O correr por la vía Olímpica para conseguir reencontrarse con Dafne. Tras la proyección, el juez me invita a declarar. “Sólo puedo decir que La carta de Dafne es, para mí, lo más emocionante del cine español en estos tiempos.”

Acusaban El sueño de una cosa de provocadora y a Ana de revolucionaria. Citan literalmente “Escupámosles a aquellos que no les guste nuestro juego, a los que rechacen nuestro cuerpo y nos hicieron temblar. Purifiquémonos y prepararos porque de toda la mierda que echemos vamos a construir las cosas más bellas”. Me preguntaron indignados qué paredes fueron pintadas. Entonces sonreí, y vi a mis cómplices agachar sus miradas.

Recordé al tribunal que la ciudad ya había sido tomada anteriormente. Les conté que Gelabert, Chomón y Baños, que Dante no es únicamente severo. Que cada vez que me enamoro creo que es para siempre. Pedimos volver a quedarnos a oscuras –sólo yo lo deseaba entonces, ¿recuerdas?- y proyectamos rostros irrefutables de 1908, cuando Paseo de Gracia era calle peatonal. Aquel milagroso travelling en tranvía nos mostró que ¡los muertos estaban vivos! De cuando el cine sólo era dejarnos ver. Aún tengo la convicción de que el cine no es nada más: que la ficción sólo es un pretexto que ha de servir de excusa para posar la cámara y mirar: calles, pisos, tejados, bares, cuerpos, rostros.

Y entonces la sentencia: por lo único que se nos pudo condenar fue por robar tiempo al tiempo, por actuar en clandestinidad, y por querer ser románticos en días postmodernos. Menos optimistas, pero los últimos románticos.





3 comentarios:

kandanar dijo...

quiero estar ahi
soy un niño porque me quejo?
disfruto pensando que ahi os moveis a un ritmo totalmente diferente.

kandanar dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
zaida dijo...

ai, marc. ahora sí que podemos agachar nuestras miradas cómplices.