miércoles, 5 de diciembre de 2012

la piedra filosofal

Cómo afina Woody Allen en sus últimos filmes, y qué necios son los que afirman que se repite: lo dicen por sus temas, pero, ¿acaso las personas no se obsesionan a lo largo de su vida con los mismos temas? y creyendo que la forma de un filme está a la vista, en su superficie, ignorando que la forma es una cuestión temporal.

Sin embargo, uno ve, por ejemplo, Un final made in Hollywood o Todo lo demás y encuentra, dentro de la maestría con la que es narrada, secuencias que duran más de lo que deberían durar (por alargar una situación cómica a menudo), y temas que se alejan del argumento principal. Es lo que podríamos llamar desafinar, en el caso de una desajustada interpretación (como la de Penélope Cruz en A Roma con amor), o no acordarse bien de la letra, o retrasarse del tempo que marca el compás. Es la última lección de un gran narrador, no tomarse el arte demasiado en serio.

Nos lo trataba de decir Nacho Vegas: para ser un buen cantante tienes que desafinar. Necesitamos tiempo para comprender según qué cosas y, durante años, nos hemos tomado nuestro amado verso al pie de la letra, siendo eclipsado su verdadero significado: el de la libertad.

Es lo máximo a lo que aspiramos los amantes del arte, y nuestra búsqueda secreta. Es tan importante que no me cansaré de repetirlo. Godard lo dijo de Picasso, que había alcanzado el fondo al principio de su vida, al igual que lo hizo él mismo, en la habitación de un hotel en la que vivía Patricia. Es ese deseo de libertad lo que ha perseguido a lo largo de toda su filmografía Pedro Almodóvar, desde Pepi, Luci y Bom hasta La Piel que habito. Pero seríamos unos necios nosotros también si creyésemos que la lección empieza y termina en el arte. Eso bien lo sabe Fassbinder.

Y no nos engañemos,  solo los buenos cantantes se pueden permitir desafinar. Solo los que han conquistado el terreno de la libertad pueden hacernos sentirla.


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