miércoles, 12 de diciembre de 2007

preguntadle al viejo borracho

En realidad, no hay tanta diferencia entre el oficio del cineasta y el del pescador. El cineasta se distancia de la realidad, a la pesca de imágenes, hacia su norte, en una apetecible soledad. Es capaz así de ver las cosas con la perspectiva suficiente. Cuando un grupo de pescadores parten a alta mar viven una experiencia similar a la del rodaje de una película. Aislados, forman una comunidad que acaba convirtiéndose en lo más similar a una familia. Trabajan con esa extraña sensación de estar realizando algo significativo para el pueblo. Una sensación que les hace cómplices, algo parecido a la felicidad. De ahí esa morriña que agarra al pescador en tierra y no le suelta. Claro, con el paso de los años, tanto el viejo pescador como el viejo cineasta adquieren esa extraña cualidad que les hace distantes, introspectivos. Verdaderos sabios, dirían aquellos que, sólo cuando están borrachos, logran acercarse a ellos y conocerles.

Me siento un humilde pescador de ciudad. De esos principiantes que, emocionados con aprender el oficio, desean ser aceptados en el primer barco que zarpe a la deriva, sin miedo a perder nada en tierra, porque en tierra ya no queda nada.

4 comentarios:

truita dijo...

y nos veo a los tres, frente el mar de altafulla, soportando el primer frío del invierno, y viendo como las olas se comían la arena

Jylia dijo...

yo te conocí cuando no iba borracha!jaja

esagranmentira dijo...

el tuburón se la llevó. no pares, sigue, sigue. no pares, sigue, sigue.

quieres rollo?

esagranmentira dijo...

el tiburón, ejem.